martes, 29 de abril de 2008

Altazor, una isla de libros en Majadahonda

El pasado miércoles 23 de abril me tocó firmar, dentro del programa de "La Noche de los Libros", en la Librería Altazor en Majadahonda. Llegué un poco tarde, porque a mi natural despiste se sumó la vocaciñon laberíntica de la ciudad para el que no conoce sus senderos, pero llegué. Y me llevé una sorpresa más que agradable, tanto por el trato de Paco y África, los dueños y dos libreros de los que aman su trabajo, como por la gente que se dio cita y aguantó, pese al frío de esta primavera esquizofrénica, mi charla sobre "Camino de ida"y sobre "Matar y guardar la ropa", mi segunda novela que ya está saliendo del horno.
Gracias a todos los que estuvieron y nos vemos en junio, si quieren.
Para cualquiera que viva cerca o pase por Majadahonda, queda en pie la recomendación de pasarse por ALTAZOR, que tiene un fondo de libros verdaderamente cuidado y se muda en breve a un local aún más grande.

http://www.altazor.es/Altazor.html

Gracias, NOVELPOL y Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

(Octavio sigue en su camino de ida y yo que me alegro. Esta reseña apareció en el blog de NOVELPOL, asociación deaficionados y/o expertos en novela negra, que nuclea a numerosos blogs de habla hispana. El autor es Jesús Lens Espinosa de los Monteros, y sólo puedo dar las gracias a quienes, al tropezar con la novela, la hacen suya, la leen y pretenden contagiarla. Ojalá que con "Matar y guardar la ropa" pase lo mismo, aunque, como es natural, estoy acojonado...)

28/04/2008
CAMINO DE IDA
Carlos Salem

SALTO DE PÁGINA

No sé, querido lector, en qué onda literaria te mueves. No sé si eres uno de esos sufridos lectores, capaces de aguantar que el protagonista de una novela tarde quince páginas en subir unas escaleras mientras medita sobre el ser y la nada o, al contrario, eres un fuguilla al que le encanta que pasen cosas en los libros.

Muchas veces, desde este lado del teclado, no sabemos cómo ni a quién nos dirigimos. Entonces, podemos escribir que “Camino de ida”, de Carlos Salem, es una novela cojonuda y, quizá, si eres de la facción plúmbeo-lectora, te mosquees conmigo y me consideres una persona frívola, poco seria e indigna de ser tomada en cuenta.

Porque en cuanto cruzas las primeras páginas de “Camino de ida”, publicada por la editorial Salto de Página, y transitas de la Argentina de 1911 al Marrakech del siglo XXI, te das cuenta de que estás ante una novela distinta, una novela espídica, loca, salvaje, libertaria, caótica, hilarante, demencial y, sobre todo, una novela fantástica. Una novela mestiza en que se mezclan géneros, paisajes y personajes. Una novela que transcurre en tiempos imposibles para convertirse en una feliz ucronía. Una novela global en la que los viajes, el fútbol y los traficantes se dan la mano en una trama imposible cuya lectura se hace ineludible y obligatoria.

Me lo había advertido Cristina, lectora voraz poco dada al elogio desmesurado: “Ten en cuenta que, cuando empieces a leerla, te quedarás sin vida social hasta que la termines”. Y tanto que sí. Una novela para leer de un tirón, dejando descoberturizado el teléfono móvil y poniendo el cartel de “No molesten” en la puerta de casa.

“Si hay miseria, que no se note”. Bajo esa premisa, un calzonazos llamado Octavio, que cree haber matado a su mujer en un hotel de Marrakech, iniciará una vertiginosa carrera delincuencial que le hará transformarse en el héroe proteico y desfacedor de entuertos que todos hemos querido ser alguna vez en nuestra vida. En su huida hacia delante, coincidirá con Soldati, un empresario y guerrillero argentino que se encuentra en una encrucijada, al haber fracasado su último negocio: vender helados en el desierto. Y entrará en escena un tal Charlie, hippie sesentón con una idea fija en la cabeza: cobrarle una deuda de honor al mismísimo Julio Iglesias.

Sí. Con esos mimbres se puede construir una novela. Hace falta, eso sí, sentido del humor y talento a raudales. Y de ambos está bien sobrado un Carlos Salem que, en “Camino de ida”, lo borda, a través de una prosa afilada y cargada de sentido.

“-Todavía no sé porque nos fuimos- objetó Octavio.”
-Porque siempre hay que irse, Octavio. ¿O es que a su edad todavía no sabe que la vida es camino de ida?”

Uno, a estas alturas, sí tiene plena conciencia de que la vida se vive una vez, de que hay que disfrutarla, reivindicando un Carpe Diem aplicable a todas y cada una de las esferas de nuestra existencia. Como es la del leer. Y, por eso, conmigo no cuenten para leerme tochos infumables de literatura trascendental. A mí, recomiéndenme muchos “Caminos de ida”, por favor. Les quedaré eternamente agradecido.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
http://pateando-el-mundo.blogspot.com/

lunes, 21 de abril de 2008

No paran (y eso es bueno)


La gloria en zapatillas

“El forro”, Gsus Bonilla



Del mismísimo forro, del alma y de lo demás, se saca Gsus Bonilla este primer libro de poemas, que es más que eso. Bastante más. Porque tiene como fondo la música de la calle y de la vida, melodía de pasos que no se pierden porque se han dado, y que no siempre nos llevan donde queríamos, pero nos llevan y ya es mucho. En su caso, Bonilla tiene tan claro lo que quiere decir que su voz poética pasa de artificios y de la búsqueda morosa del verso que salve el poema. Sus poemas no necesitan trucos, porque se salvan solos, y nos salvan, a menudo, de nuestra propia indiferencia de andar por casa.
Harto ya de estar harto de leer proclamas de pretensión macarra y andares de visa o mastercard, los poemas de este libro son un soplo refrescante de talento en estado puro. Porque cuando habla de injusticias, no te parece ver, a través del papel, como tantas otras veces, a un poeta que apunta su pluma adónde conviene para quedar bien. Y cuando habla de amor, el muy cabrón, es capaz de convertir lo cotidiano en excepcional, que es lo que se supone que debería hacer un poeta.
Poeta urbano aunque guste de dibujar árboles procreándose a si mismos, Gsus trasciende el credo sabinero (respetable, por otra parte, si es más que una pose), para inventarse sin alharacas un rezo descreído pero fervoroso a la ciudad, de la que, sospecho, cree como yo que su mejor paisaje es la gente.
Al releer El Forro, para escribir este comentario que me apetecía hacer desde hace tiempo, me vinieron a la memoria unos versos del poeta-letrista (pero primero poeta) Adrián Arbonizzio, en El Témpano, cuando dice algo así como: “…la gloria en zapatillas/ el florero vacío/ quién sabe si se puso a pensar/ para qué vivo/vivo para no perder/ voy hacia el fuego como la mariposa/ y no hay rima que rime con vivir/ no se paren/ no se maten/ sólo es una forma más de demorarse”.
(Sé que no es de buen gusto ilustrar la reseña de un poemario con versos de otro autor, pero me niego a destripar lo que Bonilla une con esa impaciencia calmada tan suya. Además: ¿quién dijo que yo tuviera buen gusto?)
Esa desesperación sin dramatismo es la que convence y contagia en El Forro, y es un sabor que nunca será tan amargo como para hacernos olvidar que vivir, al fin y al cabo, es más que durar. Ni tan dulce que empalague las ganas de seguir leyéndolo.
Frente a tantos arquitectos de la palabra que acaban por escoñarse cuando caen de los altísimos andamios a los que habían trepado, Gsus Bonilla edifica sus poemas con la sabiduría del buen albañil: el conoce los materiales, lo siente y los mezcla para lograr algo que perdure.
Cuando lo conocí, le gustaba llamarse a si mismo “juntaletras”, como una vacuna contra el ego. En realidad, Gsus Bonilla es un juntavidas formidable, que las va recogiendo donde las encuentra, las cura con sus versos y luego, las deja volar, sólo para ver cómo lo hacen.

Carlos Salem

miércoles, 16 de abril de 2008

Se va la segunda

Nadie lo impidió a tiempo y un año después de Camino de Ida,
ya estoy dando por saco con otra novela.
Se llama Matar y Guardar la Ropa
y la publica, por supuesto, Salto de página,
La presentamos en Madrid el miércoles 7 de mayo
en la FNAC de Callao, a las 20,00 horas,
y en Barcelona el 16 de mayo,
en la FNAC de Plaza Cataluña, también a las 20.00 horas.
Hay un par de presentaciones previstas,
creo que en Sevilla y en Murcia, pero aún no tengo la fecha.
Y en cuanto podamos,
la presentación macarra en el Bukowski club,
como está mandado.
Un lujazo: el prólogo es del maestro Gonzalo Torrente Malvido
¿Y de qué va?
Pues más o menos, de esto:

Reseña:
En un camping nudista de Murcia alguien debe morir. ¿Pero quién? Esto es lo que tiene que averiguar Número Tres, uno de los mejores asesinos a sueldo a quienes la Empresa asigna sus pedidos. Todo sería más sencillo si Número Tres no se escondiese bajo la anodina identidad de Juanito Pérez Pérez, un apocado comercial al borde de los cuarenta; si en el camping no coincidiesen sus hijos, su ex mujer, el juez estrella de la lucha contra el crimen, un amigo de la infancia, otro asesino particularmente despiadado, un inspector que lleva años sospechando de él y una incógnita llamada Yolanda...
(chan chan chan chan!!)
Y aquí copio el prólogo de Gonzalo:
La muerte en la Literatura

Gonzalo Torrente Malvido

La irrupción de los libros en el amplísimo panorama de la historia de la humanidad supuso una difusión de los avatares de la existencia donde la muerte ocupará para siempre inmensas parcelas, iguales o incluso mayores que las dedicadas a la vida. La muerte natural, las muertes violentas, y las muertes casuales, absurdas, como la vida misma. No puede entenderse el fenómeno de la escritura sin la sombra de la muerte planeando sobre sus páginas: desde la Biblia, a los Vedas o la literatura griega, desde los romances, al Siglo de Oro español. Sin la presencia de la muerte no tendríamos las páginas de Manrique, ni las de Petrarca, ni las de Garcilaso, ni las de Shakespeare, ni las de ninguno de los vértices de la geometría literaria universal: rusos, ingleses, franceses, españoles; todos ellos autores con la muerte al fondo de sus obras.
El tratamiento de la muerte, sin embargo, ha sido muy variado: desde la dramática griega hasta la shakespeariana, no obstante la común presencia de la daga; de Lucrecio a Garcilaso; de Chaucer a Maupassant; de Balzac a Dostoyevski. Múltiples maneras de considerar la vida a la sombra de la muerte o de considerar la muerte a la luz de la vida, desde las más diversas temáticas.
La presente novela de Carlos Salem, bajo una aparente envoltura de serie negra –titulo y tema-, va mucho más allá gracias a la constante ironía que sus páginas encierran, por la espléndida sencillez de su estilo, y por el novedoso tratamiento de la muerte como mercancía.
Aquí el asesinato es un producto a cargo de una empresa cuya metodología de trabajo origina la trama por la que transitan los personajes. Personajes que resultarán estar ligados, por unas u otras razones, al protagonista y narrador, Juan Pérez Pérez, eficaz asesino de la empresa, pero también un hombre corriente al filo de los cuarenta años, ex marido y padre lleno de dudas. ¿Lo han enviado allí para “despachar” a alguien, como es habitual, o en realidad es él quién será despachado? Todo ello en el marco de un camping nudista, en el que poco se puede esconder, pero se oculta, como siempre, lo más importante. No es casual que por este ámbito desfilen, sin ropas pero vestidos de sus propios motivos, diferentes aspectos y personas del pasado de Juan, y también de su incierto futuro. A la hora del balance y tal vez de su propia muerte, todo hombre está desnudo.
Con una trama en ocasiones vertiginosa y en tramos más pausada no obstante el ritmo de constante sorpresa que marcan los personajes y los acontecimientos de principio a fin, “Matar y Guardar la ropa” marca un hito en entendimiento literario del asesinato y de la novela negra, al tiempo que señala una modalidad de ficción insólita en el tratamiento estético y necesaria en la novela en general.





Gonzalo Torrente Malvido (Ferrol, 1935) ha publicado una vasta obra narrativa en la que destacan las novelas Hombres varados, finalista del Premio Nadal 1961; La Raya, Premio Café Gijón 1963; Balada de Juan Campos, ed. Luis de Caralt; o Tiempo provisional, Premio Sésamo 1969. Siempre ha demostrado debilidad por el género negro, y en este campo ha logrado novelas memorables como El Crimen de la Herradura y Teorema del mal.

lunes, 7 de abril de 2008

Leonardo Oyola, el talento que vino


Ha publicado en España las novelas “Chamamé” y “Gólgota”


A los dos lados del charco, los escritores nacidos después de 1970 se lanzan a la tarea de contar un tiempo sin tiempo, el que vino tras el desencanto ideológico de sus padres y la muerte oficial (siempre hay alguien dispuesto a firmar el certificado) de las grandes utopías. Había que contar una España que no siguiera navegando novelísticamente en el charco de la Transición o en el pozo negro de la guerra Civil. Había que contar, por ejemplo, una Argentina después de Videla & cía (y la CIA, of course); una Argentina crecida en el desengaño cuando la democracia volvió pero volvieron con ella los mismos de siempre, y otros clonados de la misma célula de su puta madre.
De momento, allí lo van consiguiendo más que aquí, donde parece que el bienestar tambaleante y el ansia de ser considerados europeos de verdad y no sólo españoles, ha llevado a muchos a jugar a la pijería literaria de la globalización, olvidando que la palabreja viene de globo.
Y que los globos se pinchan. Los condones también.
Larga introducción, espero que necesaria, para presentar a un novelista que se presenta solo, con su obra. Leonardo Oyola es uno de los que “allá” se ha echado encima esa tarea de contar y contar bien. Para muestra, dos botones, ambos publicados en España en menos de un año, por la editorial Salto de Página.
“Chamamé” es una historia de delincuentes que no pueden ser otra cosa, que se engañan y trampean y persiguen por la tropical zona de la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. Pero es mucho más que eso. Es también una novela llena de ritmo y maestría narrativa, en la que el pop, el rock y la televisión son elementos aglutinantes de la cultura popular, pero no mirada con el monóculo del pijo que va buscando frikadas para elevarlas al altar de lo kitch; sino desde abajo, desde cerca, como puntos de encuentro emocional, puntos de partida al fin. De esta primera novela de Oyola en España (la segunda en publicarse, antes lo fue en Buenos aires “Siete y el Tigre Harapiento”, finalista del Premio Clarín-Alfaguara), se ha dicho que huele a pólvora y a Western moderno, y se ha dicho como un elogio.
Pero a mí Oyola no me engaña. Los dramas que él cuenta, aunque sucedan en las villas miseria sembradas de chabolas que rodean la Buenos Aires de postal, son dramas de factura shakespeariana, y beben de esa copa universal: amor, traición, amistad, venganza. El coctail de la vida desde siempre, pero tan bien mezclado que incluso cuando innova, no lo hace como el que niega todo lo que antes se ha escrito. Él escribe lo nuevo porque leyó y respeta lo viejo, y desde ese trampolín salta. Y cae bien.
“Chamamé” nos muestra a dos personajes de fuerte perfil: Manuel Ovejero, El Perro, convicto y fugitivo, de si mismo y de una Justicia que estando en la cárcel lo sacaba para robar en su beneficio; y su contrapartida, el Pastor Noé, un mesiánico delincuente convencido de que Dios le habla desde las canciones de la radio. Hay también un botín birlado, una novia que pudo ser más, y toda una lección sobre los códigos de honor de los malandras. Cualquiera (yo mismo, sin ir más lejos), con estos materiales, se hubiera dejado tentar por la sátira o por lá épica, igual de cómicas cuando se preparan con recetas y elementos pre-cocinados. Oyola no cae en esa trampa y factura una novela en perfecto equilibrio, rebosante de talento y madurez. Quién no sepa que tiene treinta y pocos, creerá que está ante un autor con experiencia de décadas y frescura intacta.
Y el segundo botón, presentado en marzo en Madrid, no brilla menos que el primero. Novela del desarraigo y la pertenencia, “Gólgota” es más breve que la anterior, pero no menos intensa. Narra la historia de dos policías de la periferia bonaerense, vecina de las chabolas y en la que la ley es apenas una bandera raída y un escudo en la fachada de la comisaría. Uno de esos maderos, Lagarto, es el cínico observador de todo lo que ocurre y frecuenta ambas orillas de este río sin agua y con fronteras sutiles, sin sentirse incómodo en ninguna de ellas. Su compañero, más joven, Calavera, viene de las chabolas y no se ha alejado mucho geográficamente, pero sí en la escala social, al precio de hacerse policía. Ya no pertenece a ese mundo, nunca ha dejado de pertenecer a él. Y en esa contradicción compartida se teje el drama cuando los que tienen el deber de impartir justicia deciden hacerlo, pero hacerlo de verdad.
Estremecedora y basada, según el autor, en la convicción de que todos podemos ser crucificados, pero también podemos crucificar, “Gólgota” es universal porque habla de algo que no pasa de moda: la actitud del hombre frente el sistema. Aunque en este caso el sistema sean los Pibes de Scaso, mafia pobre y mortal, pero mafia al fin, que se traga todo lo que tiene alrededor y se atraganta cuando alguien dice “no” y está dispuesto a pagar el precio por hacerlo.
Oyola estuvo unas semanas entre nosotros, y ahora, en Buenos aires, trabaja ya en la cocina de la novela de 2009, de la que conozco la trama pero no pienso contar nada. Mientras llega, tenemos tiempo para darnos dos buenos atracones de talento. Un talento que vino y que, afortunadamente, volverá.

Carlos Salem