miércoles, 30 de julio de 2008

El libro colectivo "Weimar"




Entre las grandes satisfacciones que me dio mi primera -y ojalá no -ultima- participación en la Semana Negra de Gijón, está la de haber participado, modestamente, en el libro colectivo que ya es tradición en la cita anual y que se regala a los asistentes en el día y lugar determinados. Ni antes ni después.
En este caso, fueron dos volúmenes contenidos en una caja común, y dedicados a la época de Weimar. el período de entreguerras en el que se fraguó el horror posterior. Uno de los volúmenes, "Desde el olvido", incluye textos y obras gráficas de artistas de esa época, muchos de ellos perseguidos o incluso aniquilados pro la oruga nazi que sembraba sus babas por la vieja Europa. El otro, "Desde la memoria", recopila textos, cómics, ilustraciones, etc, de autores contemporáneos, que abordan, de un modo u otro, la controvertida etapa de Weimar.
El proyecto, no podía ser de otra manera, fue impulsado por Paco Ignacio Taibo II y Angel de la Calle, sístole y diástole que hacen latir la Semana Negra como eje no sólo de la literatura del género en todo el mundo, sino también del cómic, las nuevas formas de expresión y de esa especie amenazada que se llama MEMORIA. Contaron la complicidad inexcusable de Carlos Fortea para seleccionar el material de los autores de la época, y la financiación de Pepsi, que permitió regalar 1.000 ejemplares de una obra cuyo coste en mercado, de poder comercializarse, sería bastante alto.
¿Qué donde se consigue?
Ya no se consigue. Se regaló al público el 19 de julio, en la Carpa del Encuentro, en la Playa de Poniente de Gijón.
Y como supongo que diría Taibo, el que no lo pilló, se jodió.
Haber estado allí.

Cuando PIT II me llamó por teléfono para comunicarme oficialmente que "Camino de ida" era finalista del Memorial Silverio Cañada 2008, más o menos aguanté el tipo. O eso creo.
Pero cuando me propuso participar en este libro con un cuento, casi me cago. Literalmente. Temas como Weimar o el nazismo siempre me echaron para atrás. No me gustan las películas que acaban mal. Tampoco las que acaban demasiado bien, pero esa es otra historia. Lo mío es sacarle punta más o menos irónica al absurdo de la vida y temía resultar irreverente con algo que respeto demasiado, como es el martirio de toda una generación de intelectuales aplastados por la roca de la insensatez. Pero Taibo, que está curtido en mil batallas, me dijo que no me preocupara por eso, que incluso un toque de humor vendría bien en el libro. Y que escribiera lo que quisiera, enmarcado en ese período de tiempo.
Lo hice. lo envié. Y Cristina Macía me dijo que le había encantado y que no desentonaba. Respiré tranquilo. Hasta que, al revisar el programa oficial de la XX SN, vi los autores con los que me tocaba compartir páginas en el volumen "Desde la memoria":

Antonio Sarabia, Jeronimo Tristante, Julio Murillo, Ernesto Mallo, Juana Salabert, Carlos Fortea, Rafael Marín, Juan Miguel Aguilera, Paco Ignacio Taibo II, Angel de la Calle, Jaime Sarusky, David C. Hall, Mario Mendoza, Fritz Glockner, Susan y Doug Braithwaite, Marta Cano, D´Israeli, Luis García, Ivo Milazzo, Enrique V. Vegas, Miguel Barrero, Jesús Palacios, Jorge García, Enrique Flores, Miguel Gallardo, Alex Gallego, Toni Guiral, Ricardo Machuca, Joan Mundet, Mariel Soria, Victor Andresco, Quim Perez, Lorenzo F. Díaz, Daniel Mordzinski, Edu Ocaña, Mauricio J. Schwarz, Martín Pardo, Carles Santamaría, Yayo Díaz Rodríguez, Raúle, Sagar, Pepe Gálvez, Sonia Pulido, Antonio Navarro

Joder. Y yo con mi cuentecito ligero entre tanta letra grande y tanta imagen de calidad. Ya no podía hacer nada y me alegro de ello. Supongo que, de haberlo sabido, hubiera escrito otro tipo de cuento que -tal vez- encajara mejor- pero que no habría sido del todo mío.
Y creo que Taibo lo sabía. Este hombre tiene un pacto con el diablo. Y el diablo lleva gabardina.

Así nació El petiso milonguero, como una forma de exponer lo poco que se sabía o se quería saber sobre el horror en ciernes, y también como un guiño a los lectores de Camino de ida; los que la leyeron cuando era la primera y única novela publicada de un desconocido, y los que puedan descubrirla ahora, cuando es la primera y premiada novela de un desconocido que ya ha publicado dos.

Una advertencia: la acentuación es incorrecta a propósito, para facilitar la lectura "en argentino" de los personajes. Hay tildes incluso donde no es necesario.

El petiso milonguero


A Leonardo Oyola. Y a Galván, que no firmó.


(París, 1928)
El petiso entra al Florida pisando fuerte, como si fuera el dueño todo Montmartre o le faltaran menos de tres cuotas para terminar de pagarlo. Carlitos lo mira y piensa que en el Abasto hubiera durado menos que el viraje de una laucha. Apura la copa de champán y las burbujas le recuerdan que ya no está en el Buenos Aires malevo de hace quince años, sino en un cabarute de París, rodeado de franceses cogotudos, pitucos de varias razas, príncipes con y sin trono y percantas caras y de las otras.
Y que las caras se parecen a las otras
Agarra otra copa mientras estudia al petiso, que le suena de algo. Ese andar chistoso que quiere ser serio, esos gestos secos, como de un juguete al que le han dado cuerda de más, ese bigotito…
—Ché, pibe: ¿ése petiso de ahí no es Chaplín? —le pregunta a uno de los músicos argentinos anclaos en París que se han vuelto inseparables de su grupo.
—No creo, don Carlos —dice el pibe —. Me parece que el bigote de Chaplín es postizo y solamente lo usa para filmar…
—Traéme otra copa, andá —le ordena Carlitos, molesto por que el pibe lo corrija con razón. Le encantaría que el petiso sea su tocayo y poder conocerlo en persona. Aunque si es Chaplín, le va a robar toda la atención. Y esa gente vino a verlo a él. Todas las noches vienen al Florida para oírlo cantar.
El petiso lo campanea de reojo, cuando cree que Carlitos no lo ve, y se muestra, como esperando que sea el cantor el que lo reconozca. “¿A ver si va a ser Chaplín, nomás, que se olvidó de sacarse el bigote?”.
Pero no es. Algunos de los presentes reconocen al petiso y se dicen cosas al oído, y Carlitos los separa enseguida en dos grupos: los que están excitados por su presencia y los que están cabreros pero disimulan.
Y mientras tanto, el petiso se acerca haciéndose el otario, como perro que tiró la olla. A un metro más atrás, dos muchachones rubios y grandotes, de pelo cortito, lo siguen acompasados.
El pibe vuelve con más champán y Carlitos se arrepiente de haberlo tratado mal hace un ratito. ¿Se le está subiendo el champán al balero, o se le está subiendo el éxito de estos días en Parïs?
—Al champán te acostumbrás enseguida; al hambre, nunca —piensa en voz alta y enseguida le dice al pibe—: Anótala. Esa frase anotála, que después se la doy a Cadícamo y nos hace un tangazo.
Pero el petiso se acerca y a Carlitos le llama la antención lo pálido que esta, como si hubiera pasado una temporada en la cárcel. Pero lo mira a los ojos y piensa: “Este no tiene mirada de preso, tiene mirada de carcelero”.
Carlitos sonríe porque le cuesta dejar de sonreír y porque se acuerda de que está en Francia como invitado y doña Berta le enseñó que hay que ser educado cuando estás de visita. El petiso contesta con un cabezazo entusiasmado y junta los piés golpeando los tacos.
—¿Estás seguro, pibe, de que no es Chaplín? —murmura Carlitos.
—Seguro, don Carlos. Acuérdese del bigote.
Quelevachaché, piensa Carlitos y le ofrece la mano:
—Soy Carlos Gardel —dice.
El petiso se apura a sacudirla y dice su nombre en un idioma que no es francés, eso seguro.
—¿Quién es, don Carlos? —susurra el pibe.
—No entendí un sorete —contesta Gardel en el mismo tono y sin dejar de sonreír—. Me parece que dijo que se llama “Algo Gil-el”. Algo gil. Y si, cara gil tenés, sopeti — le dice al del bigote—. ¿Sabe tu mamá que estás acá? Me parece que sos muy chiquito para entrar en un piringundín como esté…
—Don Carlos —ruega el pibe—, no lo chache, que este tiene pinta de cana…
El petiso no capta la burla y hace unos gestos enérgicos con la mano en el aire, como si escribiera. Y después señala a la pista, donde parejas francesas bailan algo que se parece a un tango pero no es.
—Creo que le pide un autógrafo, Don Carlos.
—Dejáme de hinchar las pelotas, a esta hora, un autógrafo… Decíle que no firmo —dice Gardel apurando otra copa y ya van…
Pero el petiso insiste y habla en su idioma, que parece hecho de ladridos cortitos y ladridos largos. Señala a la pista y pone los brazos como para bailar un tango.
—¿Y ahora que quiere éste, bailar conmigo? ¡Andá a cagar, petiso…!
Pero cuando se da la vuelta para irse al camerino, tiene una idea mejor, una idea con burbujas. Una idea de champán:
—¡Culona, vení, Culona! —llama con voz tan alta que se oye por encima de la orquesta. Y la Culona viene. Se llama Jeanne no sé qué, y aunque viste como una pituca, Gardel sabe que viene de alguno de los firulos más arrastrados, en los que hace unos años el tango empezó a pegar en París. Y piensa que el tango siempre empieza desde abajo,como él. “Pero sube, tengo que subir”, se dice.
Aunque habla bien en francés , el champán lo lleva a seguir la joda cuando dice:
—Culoné, enseñalé a bailé el tangué a le petisé.
La Culona no entiende las palabras pero sí el gesto y se lleva al petiso para la pista, mientras los dos roperos rubios se quedan papando moscas. Algunos franchutes, de los que parecen conocerlo, paran de hablar o de bailar y miran a la parejita. Y para sorpresa de todos, el petiso baila. Baila el tango como si lo pisara, pero baila. Da pataditas secas pero se sabe los pasos y lleva el ritmo.
—¡Mirálo al petiso milonguero! —comenta Carlitos—. A este le enseñaron en alguna academia, pero le afanaron la plata. ¡Mirálo, pibe, baila el tango como una marchita militar!
—A mí me da el pálpito de que lo habla el coso éste es alemán, o algo así.
—Llamálo al Rusito, entonces. Porque este petiso vuelve…
—Pero me parece que el viejo del Rusito era polaco, no alemán…
—Polaco, alemán, ¿y a mí qué mierda me importa? Suena igualito. Andá, traélo.
El Rusito es otro músico sin suerte, que vino a París pensando que acá la guita la cagaban los perros. Pero parece que todos los perros que encontró ya habían cagado, porque tiene un hambre atrasada… Barbieri lo conocía de vista, de Buenos Aires, y lo llevan con ellos para que ayude. Llega volando.
—¿Qué necesita, Don Carlos?
—Que me digás si lo que hablan estos cosos es alemán o qué.
Gardel mira a uno de los rubios grandotes y le pregunta:
—¿Vos siempre tenés esa cara de pelotudo o solamente los viernes a la noche?
El rubio contesta algo y habla con el otro. Ladridos cortos. Ladridos largos.
—Y…sí, es alemán —dictamina el Rusito—. Algo me acuerdo, me enseñó mi viejo, de chiquito.
—Traducíme, entonces, que ahí vuelve el petiso milonguero…
Y viene, otra vez escribiendo en el aire, y le muestra unos papeles que le alcanza uno de los rubios. Gardel se los quita y se los da al Rusito, que lee.
—¿Y, qué carajo quiere el petiso este?
—Parece un contrato, don Carlos.
Las burbujas se evaporan de golpe. Era una fija. Tan agrandado, el petiso sólo podía ser o cana o empresario. “Mejor empresario”, se dice Carlitos. Lo de sus papeles no está muy claro. Antes de venir de Buenos Aires, falseó la edad para que figure que ya cumplió los cuarenta y no lo obliguen a hacer el servicio militar, como a todos los nacidos en Francia. Además, el éxito de estos días puede ser espuma de champán y es mejor asegurarse. Pero el petiso sigue sin gustarle ni medio.
—Decíle que ya tengo empresario en Francia. Que no firmo autógrafos.
Ladridos cortos. Ladridos largos. Un maullido ronco y otro ladrido.
—Dice que no es para Francia. Es un contrato para Alemania primero y después, para todo el mundo. Y que va a durar mil años, por lo menos…
—La pucha, con el petiso milonguero… Leélo otra vez, Rusito.
—No entiendo mucho, don Carlos. Algunas frases, nomás.
—¿No era que tu viejo te hablaba en alemán?
—Sí, pero solamente cuando estaba en curda.
—¿Qué paso, dejó de chupar?
—No. Estaba en curda todo el tiempo y no se le entendía una mierda.
El petiso golpea con el pie, impaciente y vuelve a hacer el gesto de firmar.
—¿Es mucha plata, Rusito?
—Y… parece. Hay un montón de ceros, pero como está en marcos, no calculo.
Le ladra algo al petiso, que contesta y esta vez Gardel entiende el ladrido de la cifra en francos. Y es una parva de plata. El petiso ladra cortito.
—Dice que eso es para empezar, nomás —traduce el Rusito—. Lo que pasa…
—¿Qué pasa?
—Por lo que entiendo acá, tiene que cantar los tangos en alemán, grabar otros que le escriba el petiso y cambiarle en parte la letra a los del repertorio… ¡Mire, acá hay un ejemplo: en Mano a mano, donde la letra de Celedonio dice “como juega el gato maula con el mísero ratón”, usted tiene que cantar: “como juega el judío perro con el sufrido alemán”. Y acá, hay otro cacho que entiendo, de Caminito. En el estribillo, en vez de cantar “desde que se fue/ triste vivo yo/ caminito amigo/ yo también me voy”, tiene que decir: “El pueblo alemán/siempre fue el mejor/ el Partido Nazi/ se lo recordó”. Esto es de locos, don Carlos.
—Y… el que tiene plata, hace lo que quiere —comenta Carlitos inaugurando otra copa de champán—.Es mucha guita. Pero decíle que a esta hora no firmo autógrafos, decíle. No, mejor: preguntále si conoce La cumparsita…
El ladrido es casi feliz. Sí: la conoce.
—Decíle que yo la canto en castellano y el me sige en alemán, verso por verso.
El petiso milonguero da un saltito de alegría: ¡Va a canta con Gardel!
Carlitos frena a la orquesta con un gesto, y empieza a cantar, bajito, a capella:
— Al cotorro abandonado…
— den cotorro überlassen… —desafina el petiso.
ya ni el sol de la mañana…
nicht mal die sonne des morgens…
— asoma por la ventana…
— scheint durch das fenster…
como cuando estabas vos…
als wenn du da warst…
Carlitos lo para con un gesto:
—No va a andar,petiso. Hacéme caso, no te quiero garcar la plata…
El del bigotito no necesita traducciones. Salta de rabia, gesticula amenzante y enseguida empieza a enumerar razones en ladridos:
—¿Qué dice, el coso éste, Rusito?
—Bu- bueno, hay partes que mejor no se las traduzco, don Carlos, si no, acá se arma la gorda. Pero dice que se imagine a todo un país, a todo el planeta bailando y cantando sus tangos…
—Es una agrandado, el soretito este. Decíle que no exagere, que no a todo el mundo le gusta el tango…
Cuatro ladridos. Dos de ida y dos de vuelta.
—Dice que él va a obligar a todos los países a que les guste. Que usted firme y que juntos van a conquistar el mundo…
Carlitos le pide los papeles y una lapicera. El petiso milonguero gime de alegría, pero se queda extrañado cuando Gardel camina hacia el escenario, le dice algo a la orquesta y se larga con Mano a mano. Carlitos, sin soltar el contrato, la canta como nunca, como si de a ratos no tuviera miedo de despertarse una manaña sin esa voz que lo sacó de la miseria, como si la plata no importara y la fama fuera puro cuento.
El petiso sonríe cuando lo ve apoyar el contrato en el piano y escribir sin dejar de cantar como nadie cantó antes. Y casi llora, cuando entre un aplauso interminable, Carlitos camina hacia él y le tiende el contrato.
El petiso lee, no entiende y le pide al Rusito que traduzca la firma:
—“Gil a cuadros” —dice el Rusito y le explica, asustado.
El petiso mira asombrado a Carlitos, que señala con la cabeza hacia el público, que no cesa de aplaudir:
—No me vengás con amenazas, sopeti, que en 1915, uno mucho más guapo que vos me pegó un balazo en el fuelle izqierdo. Acá adentro, la tengo, ¿ves? –se señala el costado— Y creo que cantando me defiendo más o menos, ¿no?
Le señala al público, que sigue aplaudiendo y sin poder contenerse, lo despeina un poco:
—Cuando podás cantar así, a lo mejor conquistás el mundo, petiso. Te dije que no firmo autógrafos. Rajá.
Los rubios se mueven, pero ya Barbieri y los demás los tienen rodeados y el petiso milonguero no quiere escándalos. Se retiran, pero antes suelta unos cuantos ladridos en voz bajita, sin dejar de mirar a Gardel a los ojos.
Da media vuelta y se va.
—¿Qué te dijo el gil-el éste, Rusito?
—No entendí bien, don Carlos. Algo de que usted se lo perdía, y que el negocio lo va hacer igual, pero con Wagner, que además le cuesta gratis. Y que tenga cuidado con los accidentes. Y con los aviones…
—Maldiciones a papá mono… —responde despectivo Carlitos, mientras con disimulo se mete la mano en el bolsillo del pantalón y se pelliza el huevo izquierdo.
—¿Y ese tal Wagner, quién será, don Carlos?
—Andá a saber, Rusito. Otro petiso milonguero como él .Algún uruguayo, seguro. Lo que te dije, pibe: este, en el Abasto, duraba menos que el viraje de una laucha…


Carlos Salem

sábado, 26 de julio de 2008

Semana Negra y fecunda (I)

(Ya han pasado unas semanas y la intención de colgar en este blog un post completo, que reflejara todo lo que pasó en Gijón y a toda la gente que tuve la suerte de cconocer en esos días, se revela excasiva para mi nula capacidad organizativa...
Así que lo haré por entregas, a medida que vaya encontrando las fotos.
Se va la primera)


Me lo habían contado asistentes a ediciones anteriores a los que la mirada se les iluminaba de nostalgia y algo parecido a la lujuria intelectual -redundancia donde las haya-, al recordar ciertos días de julio en Gijón.
Me lo había advertido la hiperkinética Cristina Macía durante una breve visita a Madrid, y hasta el propio Paco Ignacio Taibo II, en llamadas telefónicas para comunicarme que era finalista del Memorial Silverio Cañada e invitarme además a participar con un cuento en el libro colectivo dedicado este año a Weimar, me reiteró, en su estilo rotundo de pasajero a punto de perder un tren (y resulta que el tren es él), que lo de la Semana Negra era otra cosa.
Escritores que había conocido recientemente, iban emocinándose un poco más cada vez que hablábamos del asunto y junio adelgazaba para hacerle sitio en el calendario al mes de los milagros.
La palabra clave era "Gijón".
La semana iba a durar diez días. Y el tiempo necesario para procesar tanta informacion, será de, por lo menos, 11 meses y 20 días.
Soy un novato de 48 años y en el período que va entre la publicación de Camino de ida y la de Matar y guardar la ropa (un año), buenos amigos de todas partes me han prevenido de las puñaldas frecuentes en el mundillo literario.
No digo que no existan.
Digo que no las he visto ni sufrido aún.
Y menos en Gijón, donde recibí la bienvenida de los compañeros de teclado. No detecté clases ni élites. La gente no se reunía en los baños para ver quién tenía más larga la lista de ventas. Se bebía bastante y yo no pude -la próxima vez que vaya tengo que reparar ese fallo- y se hablaba más.
Sería estúpido decir que recibir el Silverio Cañada a mi primera novela fue lo de menos. Estúpido y falso. Pero todo lo demás fue tanto que el premio viene a representar la guinda del pastel.
Una lista de la gente que conocí y quisiera seguir tratando, sería incompleta por definición. De modo que valgan las fotos (las que tengo, por momentos, especialmente el último día, más que escritores de lo negro o lo fantástico, parecíamos japoneses de vacaciones, dándole al flash una y otra vez), para empezar los agradecimientos:Al centro, Cristina Macía, lectora infatigable hada madrina y ubicua organizadora (llegué a pensar que era familia de mi amigo Naveiras, porque comparten la facultad de poder estar en tres lugares al mismo tiempo), A la derecha el tigre Leonardo Oyola, excelente escritro y mejor amigo. Un tipo duro, pese al gorro que llevaba cuando sacaron la foto...
Con Paco Ignacio Taibo II. agotado (que no derrotado) el último día de la Semana Negra. Tiene detrás un equipo incansable pero nadie pone en duda que es el motor del asunto. En su caso, la difinición "agitador cultural" cobra un sentido real y permanente. Tendría que decirle muchas cosas pero me conformo con lo que le dicen a Gardel al final del primer capítulo de Camino de ida:
-¡Pibe, no te mueras nunca!




Aqui, junto a Rebeca Murga y el inmenso -en todos los sentidos- L
orenzo Lunar. Gracias a gente como ellos, la literatura en Cuba va y sigue yendo, especialmente en Santa Clara. Amenazamos con visita...
A la derecha, el trigre Oyola, y a la izquierda, el veterano siempre en carrera, Juan Sasturain, uno de esos tipos cuya pista sigues desde que eres casi un crío y piensas que nunca vas a poder conocer en persona. Fundador de la mítica revista Fierro, parte integrante de la histórica Superhum(o)r, experto en cómics como pocos y, por si le faltara algo, novelista de mirada negra. Por aquello de las injusticias que tiene el charco en cuanto a la publicación aquí de la mayoría de lo que se hace en Argentina, y viceversa, no conocía su serie del detective Etchenike, un policía jubilado más Marlowe que muchos, pero ne Buenos aires y en la época de la dictadura. En breve agregaré una resaña de la más nueva, PAGARÍA POR NO VERTE -pedazo de título para pedazo de novela-. Tal vea para solucionar ese desconocimiento mutuo, Saturaín presentó en Gijón la coleccción NEGRO ABSOLUTO, que dirige en Argentina pero se podrá conseguir aquí.




Aquí, con el novelista colombiano Mario Mendoza, autor, entre otras, de SATANAS. Un lujo de tipo y además posible compañero de futuras andanzas en la red. Fue miembro del jurado del Silverio Cañada pero OJO, la foto se sacó después de que me dieran el premio, así que no le estoy haciendo la pelota...

No es una reunión de gángsters, pero casi. Al centro, PACO CAMARASA, mucho más que el dueño de la Libreria NEGRO Y CRIMINAL, en otrno a la cual en Barcelona se ha desarrollado un imparable movimiento del género. Y a la derecha, JOSE ANDRES ESPELT, alias CRUCE DE CABLES, uno de los blogeros negros más entusiastas de internet, y también uno de los que hizo y mucho por Oyola y un servidor. Ahora bien: mirenlo con cuidado y después les cuento un chiste... ¿ya está? EL MUY CABRON DICE QUE YO TENGO UN ASPECTO INQUIETANTE...

Con el otro puntal de la cosa librera negra, pero en Madrid. JUAN ESCARLATA, abnegado librero que ya ha tenido que soportarme dos ferias del libro y, no conforme, se llevó hasta Gijón un montón de libros nuestros. Por suerte, parece que no sobraron muchos. Para colmo, le prendieron fuego al coche y algún escritor cabrón asistente a la Semana Negra andaba por la cafetería del Hotel Don Manuel lamentando no haberse enterado antes para escribir un cuento en el que todos los autores presentes fueran sospechosos y la investigación corriera a cargo del novelista negro gijonés y policía en activo Alejandro M. Gallo. (Se dice que el de la idea malvada fue uno con un pañuelo en la cabeza. la idea malvada de escribir el relato, ojo, que con el incendio no tuve nada que ver... Inés y yo estamos dando vueltas a la organización junto con ESTUDIO EN ESCARLATA, de una cita mensual -para empezar- en el BUKOWSKII CLUB, que serían el JUEVES NEGRO o el SABADO NEGRO. En septiembre arrancamos...

Por alusiones: a la izquierda Leonardo Oyola, y al centro ALEJANDRO M. GALLO, escritor y policía. Un tipo de aspecto duro pero muy afable y que trató con mucho afecto a dos novatos como nostros.

lunes, 14 de julio de 2008

David Torres, en El Cultural


David Torres
“No hay nada más triste que un ganador que se lo crea”

David Torres (Madrid, 1966), a punto de embarcarse para la Semana Negra de Gijón que empieza mañana, ha regresado al género con Niños de Tiza (Algaida, 2008), que protagoniza Roberto Esteban, personaje del que admite haberse encariñado. Una oscura historia en dos tiempos: el Madrid de los niños de la Transición y el actual, “triturado” por el boom inmobiliario.


Pregunta:
Mañana se embarca en la Semana Negra de Gijón, con casi un centenar de autores españoles ¿de verdad el género negro da para tanto?
Respuesta: Pues quizá seamos muchos negros, sí. Pero cuantos más seamos, más nos reiremos.

P: Seguro, pero ¿qué tal salud tiene la novela negra?
R: Bueno, no soy un experto, pero creo que desde González Ledesma a Andreu Martín, pasando por Lorenzo Silva, hay un buen puñado de buenos maestros. Y no dejan de aparecer nuevas voces como Mercedes Castro o Carlos Salem.

P: Si se escribiese en Gijón un crimen, ¿sería el asesino, la víctima o el detective?
R: La víctima no. Nunca me ha gustado el victimismo. Para asesino y para detective me faltan cualidades.

P: ¿Quiénes son, a su juicio, los maestros actuales?
R: Henning Mankell, Lawrence Block, pero mi favorito es Ian Rankin. Creo que el inspector Rebus es uno de los grandes personajes de nuestro tiempo.

P: ¿Qué tiene Rankin que no tengan los demás ?
R: Rebus tiene el olor de las calles, el dolor humano, el ruido de las viejas canciones de rock que resuenan en su cabeza y en la radio de su coche a medida que se adentra en las tinieblas del corazon humano, el sabor de la cerveza amarga escocesa y el humo de esos cigarrillos que ahora hay que fumar a escondidas.

P: Usted mismo acaba de publicar Niños de Tiza, una historia bastante negra. ¿Cómo ha resultado esta visita a la infancia? ¿Dura, grata, nostálgica…?
R: De todo un poco, pero sobre todo hubo nostalgia. Pasa igual que en los sueños: es curioso la cantidad de detalles que recuerdas que ya creías haber olvidado. Ir escribiendo la novela fue como colocar un viejo disco de baquelita en el plato y oír resucitada toda aquella vieja música, todas aquellas canciones.

P: Cuenta en su novela la historia apenas narrada de “los últimos niños de las calles” los que jugaban en barrios obreros de Madrid durante la Transición. ¿Están vacías esas calles?
R: Yo las veo desiertas. Creo que los chavales de hoy se dedican a otros juegos, como es su obligación. Son hijos de su tiempo y nosotros del nuestro: quizá la última generación que creció en las calles.

P: El Chapas, el Lenteja, Musgo… En su historia el mote adjetiva pero también parece determinar la personalidad, ¿no es cierto?
R: En mi barrio, en los colegios donde estudié, había verdaderos maestros del mote. Me encanta Musgo: un tipo alfombrado de pelo y al que le sudan las manos. Como el nombre, como el apellido, el mote acaba imprimiendo una dirección semántica. Ya sabía San Juan que en el principio era el verbo.

P: “Básicamente, la infancia es un pollito de colores”, escribe, una fugaz ilusión, una estafa. ¿Resulta insuperable el Perdedor como personaje literario?
R: Perdedores somos todos. Más pronto o más tarde todos acabamos por encontrar nuestro pollito de colores transmutado en un feo gallináceo y entonces besamos la lona. No conozco nada más triste que un ganador que se lo crea.

P: ¿Se puede hablar de aquella generación, que es la suya, como de una “generación perdida” por el caballo, la reconversión, el fracaso, el desencanto…?
R: No se olvide del paro. Nosotros fuimos la primera generación del fantasma del paro. Y también la primera que aparcó los ideales utópicos de nuestros padres y nuestros hermanos mayores, para refugiarse en el escepticismo. La primera que comprendió que todos los grandes ismos políticos del siglo XX (fascismo, nazismo, comunismo) no eran más que sanguinarias versiones del Titanic.

P:. Definitivamente, parece haberle cogido cariño al personaje de Roberto Esteban que ya protagonizó El gran silencio, ¿no?
R: Sí, me cae bien Esteban. Tiene cosas que yo quisiera ser y otras que no tienen nada que ver conmigo, pero fundamentalmente creo que es un buen tipo. Un “malo bueno” en una época en la que lo que abunda son los “buenos malos”.

P: ¿Cómo se siente más a gusto tiza en ristre, con el periodismo o con la novela?
R: Con la novela. Yo soy maratoniano por definición. Me gustan las largas distancias.

P: Usted es un narrador de historias a la usanza clásica: ¿qué opina de la corriente literaria actual que apuesta por el fragmentarismo y por recoger el influjo radical de las nuevas tecnologías?
R: Leí Nocilla Dream
mucho antes de que el libro se hiciera famoso. Asistí a su repentino éxito con alegría (Agustín es amigo mío), un poco de envidia (hay que ser sinceros) y sobre todo estupor, porque la novela es realmente buena. Ahora bien, aunque el proyecto Nocilla narrativamente es muy interesante, creo que toda la parafernalia crítica y poética que se ha montado en torno a ella está equivocada por la base. Nada se pasa de moda más rápido que la moda.

Daniel ARJONA




http://www.elcultural.es/HTML/20080710/Letras/Letras23570.asp

viernes, 4 de julio de 2008

"Matar y guardar la ropa", en Cruce de cables


http://crucedecables.blogspot.com/2008/07/matar-y-guardar-la-ropa-de-carlos-salem.html



Por José Andrés Espelt

Para qué negarlo. Camino de Ida es la lectura novel suicida más apasionada del 2007. Y Matar y guardar la ropa es la confirmación de un autor, hasta ahora desconocido y escondido en Malasaña.
Salto de Página, la editora de Carlos Salem, no se podía imaginar ni en sus mejores sueños que dos de sus autores se pudieran codear en Gijón con dos premios, que dan un prestigio al autor que los consigue, el propio Carlos y su amigo del alma, Leonardo Oyola.

Si la novela policíaca vive hoy en día una tercera juventud, en autores y publicación; mucho me temo que se lo debemos a los autores que vienen de las Américas y que muchos de ellos, se aposentan en nuestras ciudades. Ellos han tenido la mejor escuela del mundo, la calle y las situaciones políticas que soplaron con fuerza sus países respectivos.

Al llegar a mis manos Matar y Guardar la ropa, y leer la sinopsis mis ojos temblaban de alegría. Me disponía a volver a disfrutar de otra novela, que me volvería a entusiasmar y a reír a mansalva.

Al acercarme a su presentación en Barcelona, pude disfrutar de la compañía en “troupe” del Bukowski Club y sobre todo del nerviosismo de su autor, por las causas anteriormente citadas. Él ya sabía que había sido seleccionado finalista del Memorial Silverio Cañada, y estaba a punto de explotar.
Mi relación con Carlos Salem y su anterior novela, se remonta a pleno mes de Agosto; rehabilitación de mi pie maltrecho en la anterior SN y se me acabó una lectura.
Me acerqué a la primera librería que encontré, y en un estante medio caído y apartado, había un único ejemplar de “Camino de Ida”; la leí con la certeza de que había encontrado un tesoro y así fue. Más tarde, quise compartir la lectura con algún amigo más, que naturalmente confirmó lo que yo creía como lector. Dinamita pura, pero faltaba la explosión final y aquí nos encontramos, esta segunda entrega.
Un asesino a sueldo, con problemas de toda índole, y que tiene que hacer un trabajito en un camping nudista de Murcia, y que por las casualidades de la vida en el mismo veranean su ex mujer, sus dos hijos, el compañero de la mujer (un juez de los peligrosos), un inspector que observa sus movimientos, y un amigo de la infancia. La pregunta es fácil ¿Cómo unimos todo?

Carlos es un barman y nos realiza un cocktel entretenido, divertido y que poco a poco se va construyendo una situación anecdótica e implacable, en que los personajes son culpables y inocentes y a la vuelta de la esquina vuelven a ser inocentes y culpables.

Pero todo este argumento, nos guardará sorpresas agradables. La relación de este número 3, asesino a sueldo de la Empresa, que se encarga de despachar personas; con su trabajada coartada de visitador médico ese Juan Pérez con sus hijos; la amistad con un anciano llamado Andrés Camilleri (profesor retirado y que escribe novelas policíacas), en claro homenaje al autor favorito del autor. Volverá a descubrir el amor con una jovencita llamada Yolanda, que lo embestirá en una nueva juventud.
Matar y guardar la ropa es la novela del verano, sin duda. Y Carlos, un amigo para siempre.

Camino de ida en "El Kebrantaversos"


El Kebran es de esos tipos que no paran, porque no puden ni quieren. Ni siquiera vivir fuera de Madrid le impide estar en todas y a todo. En persona cada vez que tiene ocasión, y sino mediante su fanzine CREATURA, o desde el blog, participa, mueve y difunde. Un puto honor este comentario sobre "Camino de ida" en su guarida cibernética, pero más aún conocerlo en persona...

(Texto completo, pinchando en el enlace)

http://elkebrantaversos.blogspot.com/2008/07/camino-de-ida-de-carlos-salem.html

Devoro y devoro libros. Pero este libro tiene la capacidad de quedarse contigo como pocos. Lo escribo muy en serio. Nunca podré agradecer a CARLOS los buenos ratos que a) he pasado y paso en el BUKO, es una lástima no poder ir más a menudo b) El hecho palpalble, en forma de antología, Y no una cualquiera, UNA ANTOLOGÍA DEL BUKOWSKI CLUB donde tuvieron a bien incluirme, Libro que estoy leyendo poco a poco, como debe de leerse la poesía masticando cada verso, digeriendo cada poema. Y ESTE PEDAZO DE NOVELA LLAMADA CAMINO DE IDA, ROAD MOVIE CAÑÍ, IMPRESCINDIBLE PARA CUALQUIER AMANTE DE LA LECTURA.¿Y sabéis porqué?

miércoles, 2 de julio de 2008

... y el sábado 5, en la Cadena SER




A las 20.30 horas, en el programa "Carrusel de Verano", que dirige Goyo González y produce Ana de Toro. Salvo que algo falle, compartiré entrevista en la distancia con mi hermanito Leonardo Oyola, autor de la novela "Chamamé" (Salto de Página), y finalista del premio Hammet 2007 de la Semana Negra de Gijón. Será una preparación telefónica para el viaje a tierras asturianas el 11 de julio, a ver si él se trae el Hammet y yo el Silverio Cañada con mi "Camino de ida".
Tal vez no ganemos nada, pero nos vamos a divertir y empezamos el sábado...

PD: quién tenga previsto acudir al recital de Rafael Sarmentero
("Nuevo Documento de texto",
en el
BUKOWSKI CLUB, San Vicente Ferrer, 25, a las 21.00 horas),
que deje grabando el programa: un calvo y con talento como él,
merece un público que lo aplauda...


"Matar y guardar la ropa", en Radio Exterior de España

Se escucha en todas partes, allí donde nuestro idioma une y levanta puentes. Y quiere estar y contar, sin mirar si el libro o el autor son super ventas o salen en la tele. Radio Exterior de España hace un trabajo que deja huella y acerca distancias.
Tuve la suerte de que pudieran venir a la presentación de "Matar y guardar la ropa", en la Casa de América y me hicieran una extensa entrevista, de la que ha salido material para varios y diferentes programas.
Aquí van dos enlaces, para quién quiera oírlos, y especialmente para que nos quedemos con la copla de seguir frecuentando (via ondas o internet), el trabajo de esta gente por nuestro idioma común:

PROGRAMA: UN IDIOMA SIN FRONTERAS:

http://www.rtve.es/FRONT_PROGRAMAS?go=111b735a516af85ccdc4135d9df82c2e123009d61eb00f778b60af793b191c31661c71baae8e5affd773d72382d01a920d1863532b5bea53ef8aaf293e91de58e0390b1de0fffe20


(El link es largo de cojones, lo sé, pero merece la pena pinchar y ver lo que hacen)

PROGRAMA: HISPANORAMA

www.rne.es/programas/intercambios

[hay que pinchar en Hispanorama y buscar el nº 401 (es el primero que aparece)]

Gracias a la gente de Radio Exterior de España, que siempre está ahí.