viernes, 2 de enero de 2009

Entrevista en Tenerifenews.com

“CUALQUIERA QUE SEPA LEER Y ESCRIBIR PODRÍA CONTAR UNA JODIDA HISTORIA DE AMOR”

Por Daniel Ortiz Peñate. Foto de Andrea Pandini


El escritor Carlos Salem parece a simple vista un personaje desdoblado de alguna de sus múltiples historias. No para. Habla con nosotros mientras prepara su guarida, el Bukowski club de Malasaña, para la jam session de poesía de los miércoles. Ediciones Escalera acaba de publicar su último libro, una colección de relatos titulada Yo también puedo escribir una jodida historia de amor, prologada por Gonzalo Torrente Malvido. Pero esto no es todo, el lanzamiento del libro coincide felizmente con la aparición en Francia de su primera novela Camino de ida y con la segunda edición de Matar y guardar la ropa. Todo apunta a que este autor de origen argentino y residente en España desde hace más de 20 años, está llamado a integrar, por derecho propio, ese grupo de nuevos narradores que con talento e irreverencia, ha irrumpido, para deleite de los lectores, en el panorama literario español de los últimos años.

“Yo también puedo escribir una jodida historia de amor” es el nombre del primer texto que da nombre a este volumen de relatos. ¿Cuándo decides que tú también puedes...?

Fue una sorpresa. En los años que llevo escribiendo, habré publicado más de setenta relatos en periódicos, revistas, antologías... Pero al enfocar este libro descubrí que tanto los relatos que ya tenía y me apetecía publicar como los que deseaba escribir, tenían un hilo común que no había advertido antes: el amor como fondo, como motor de la acción, como desgracia o milagro cotidiano. Así que estaba claro que debía escribir un libro de relatos de amor, pero a mi manera, por supuesto...

Como autor has tocado casi todos los palos literarios, pero se te conoce más como escritor de novela negra, ¿es tal vez este libro de cuentos una reivindicación de tu versatilidad?
Sí y no. Surge de la necesidad de contar unas historias, y hacerlo desde los diferentes registros que suelo utilizar. La novela negra seguirá siendo, si de mí depende, uno de mis “palos” literarios permanentes, porque me permite narrar desde la situación límite. Pero no es el único. Creo que el libro es una paleta en la que se reflejan los diferentes matices que me gusta usar para contar historias. Pero no siento que sea necesario reivindicar nada: uno escribe, y si al lector le llega, está todo bien.

¿Cómo se consigue combinar la coherencia y el buen hilo conductor que parece saltar de un relato a otro con la pluralidad de registros, personajes y situaciones?
Durante muchos años me preocupó no tener un estilo propio, hasta que me di cuenta de que lo tenía. Y está formado por varios registros, pero detrás siempre estoy yo. A un lector de Camino de ida o de Matar y guardar la ropa no le chocarán los relatos de Yo también puedo escribir una jodida historia de amor, porque la voz es la misma, con otras ropas pero la misma. Eso me lo dijo no hace mucho Fernando Sánchez Dragó: que yo tenía una voz narrativa propia y reconocible por el lector, incluso en registros muy diferentes. Además, el tema de fondo de los relatos ayuda a mantener la coherencia: junto con la muerte, el amor es uno de esos temas universales que están presentes en todos los estilos de la literatura.

Además del propio límite físico del libro, existe otro perímetro: la ciudad de Madrid, que da la sensación de ser un saco sin fondo para crear buenas historias.
Todas las ciudades lo son. Yo comparto con Cortázar la convicción de que el campo es un lugar donde los pollos tienen el descaro de pasearse crudos. Me gusta la naturaleza pero en dosis limitadas, en cambio las ciudades no me cansan, porque en ellas la gente es el paisaje. Y con respecto a Madrid, fue amor a primera vista hace más de veinte años, y todavía dura. Aunque le he sido infiel con otras ciudades, como Málaga, Barcelona o Gijón, en las que también me he perdido detrás de una historia que movía las caderas al pasar.

Aparte de tu actividad como escritor (o no tan aparte) llevas junto a Inés Pradilla el Bukowski Club en Malasaña, un bar de referencia para muchos amantes de la literatura. ¿Se asoman algunas historias a la barra del bar?
Muchas. Casi a diario. Lo que ocurre es que mis procesos son lentos, por lo que nunca utilizo de inmediato algo que me llama la atención, lo dejo reposar durante mucho tiempo. Además, siento un enorme respeto por la gente que me cuenta o me muestra sus historias, de modo que cuando utilizo algo, lo hago de manera que supere lo anecdótico, uso lo esencial o lo que me sugiere, para convertirlo en otra cosa, que incluya lo que he visto pero no lo repita. En contra del tópico que nos han impuesto, soy de los que piensan que la ficción siempre supera a la realidad, porque parte de ella pero salta más lejos...


¿Con qué relato te quedarías si tuvieras que elegir?
Es difícil, porque como hay varios registros, dentro de cada uno tengo mis preferidos. Hay relatos casi autobiográficos, como el que da título al libro, por los que siento un cariño especial y además representan una forma narrativa sobre la que volveré y pronto. Y hay otros, como “Triángulo” o “Teselas”, que cuentan de una forma diferente pero me gustan mucho. Mejor, que cada lector escoja el suyo...

¿A quién retarías a escribir una jodida historia de amor?

A Borges. Porque siempre me pareció que se protegía demasiado de la pasión amorosa, acaso por temor. El resto de las pasiones supo reflejarlas como un maestro, pero con el amor siento que nunca se atrevió de verdad. Aunque el cabrón era un genio y seguro que si acepta el desafío, me deja con la boca abierta, ¿te imaginas el susto?...


Háblanos de Sotanovsky.

Es una especie de alter ego (tengo varios, es inevitable) que lleva conmigo más de veinte años y al que someto a las más disparatadas situaciones. De hecho, tiene su propio libro, pero al escribir sobre el amor y la forma en que lo vivimos, el absurdo siempre está presente y tenía que estar Sotanovsky. Por eso participa en este libro con cuentos como “Eclipse” o “El ladrón enamorado”, y sin mencionar su nombre, en varios otros relatos del libro.

¿Ves capaz de hacerlo a algún político actual?

Depende. A veces me gusta imaginar que los políticos, además de sus representaciones teatrales, son personas capaces de sentir y soñar y no meros replicantes. Creo que la literatura es la más democrática de las artes: cualquiera que sepa leer y escribir puede intentarlo. Y quiero creer que nuestros políticos saben leer y escribir. Claro que cuando los ves en la tele... una historia de amor escrita por el Zapatero o por el Rajoy que conocemos no me provoca demasiado. Pero a saber lo que escriben en su cabeza cuando están a solas con un libro, sentados en el váter...

De las doce acepciones de la palabra ligar que figuran en el diccionario de la RAE y recogidas en uno de tus cuentos, ¿con cuál te quedas?

La número 12: “confederarse, unirse para algún fin”. Y la que menos me gusta es la número 1: “Atar”.

¿Un lugar para leer este libro aparte del váter?

La cama. Y si es acompañado, mejor. Antes o después de. Pero nunca durante.

Vas en el autobús una mañana y junto a ti se sienta una chica que saca tu libro del bolso y se pone a leerlo. ¿Qué le dirías?

Creo que nada. Ya dije lo que tenía que decir por escrito. Lo demás sería una celebración del ego y es una fiesta muy solitaria. Ojo, me encanta que a la gente le gusten mis libros y que me lo digan, pero cuando lo hacen siento mucho pudor. Lo que sí haría sería observar de reojo sus reacciones y, además de mirarle las piernas, trataría de adivinar cuál de los relatos está leyendo...

¿Y si fuera un comercial inmobiliario?
Haría exactamente lo mismo. Sólo que no le miraría las piernas.

¿Y a una viejecita entrañable?

Si me reconociera y surgiera la conversación, la escucharía. La gente mayor tiene muchas historias que contar, pero a menudo tenemos demasiada prisa como para escucharlos.

Recomiéndanos un libro.

¿Sólo uno? Que sean dos: en novela, Contraluz, de Sara Rosenberg, que acaba de publicar Siruela y la ratifica ?aunque no era necesario? como una escritora de gran calado. Y en cuanto a relatos, lo que más me ha impactado últimamente es Como una historia de terror, de Jon Bilbao, que ha ganado el Premio El Ojo Crítico de este año y edita Salto de Página.

Y ya que estamos, uno de poesía.
Coño, me alegra que me lo pidas (ríe), sin duda la antología Bukowski Club. Jam session de poesía 06-08, un compendio de 74 poetas que han leído en el bar en estos últimos dos años.

1 comentario:

tony wilson dijo...

salem es groso .
es de esos quias, creo yo, que se ganan el derecho a la barra, al bar, se ganan el derecho a la copa porque cada noche tienen algo que contar.