domingo, 22 de marzo de 2009

Gracias, gracias y más gracias

Ahora lo puedo admitir: estaba acojonado. Esto de publicar un libro de relatos de amor, despeinados y sin gomina, tan diferentes entre si como diferentes son los amores y desamores, era peligroso. Más aún cuando predomina la tendencia a tratar al relato como un enfermito de alcurnia, al que hay que acercarse de puntillas para que no se espante y con un GRAN ramo de adjetivos en la mano.
Y sin embargo, salió bien el experimento, sigue saliendo bien, acaso porque mis editores de Escalera (como todos mis editores hasta la fecha), además de suicidas en potencia son potentes lectores, es decir que no viven en una dimensión diferente y más etérea que los lectores que llevan ya varios meses manteniendo a "YO TAMBIÉN PUEDO ESCRIBIR UNA JODIDA HISTORIA DE AMOR" en las mesas de novedades, en las que los libros duran menos que un romance en el metro.
Así que GRACIAS, a todos y especialmente a quienes no han dejado de escribir y publicar reseñas sobre el libro. He repescado algunas de esas reseñas, pero son muchas más y de cada una aprendo algo.


http://josephbmacgregor2006.blogspot.com/2009/03/mis-resenas-favoritas-en-anika-entre.html
Joseph B. Macgregor

Lo mejor de los cuentos contenidos en Yo también puedo escribir una jodida historia de amor es que no hay uno que sea igual a otro. Comparten, eso sí, un nexo temático común y un estilo propio de contar las cosas: escenarios urbanos, personajes desencantados, una cierta misantropía, mala leche, y sobre todo una narración despojada de elementos innecesarios, que va al grano, rotunda, eficaz y que se atreve a llamar a las cosas por su nombre.

Esto dice mucho de Carlos Salem ya que cómo narrador parece capaz de abordar todos los palos: el relato desencantado y “pasota” (Yo también puedo escribir una jodida historia de amor), la fábula sentimental (La carta prometida, Cabeza hueca, Tus cartas me dan la vida, el ladrón enamorado), la anécdota romántico-escatológica (El pedo más bello del mundo), el cuento erótico (Tarde de miércoles), el cachondeo puro y duro (Apuntes para una breve historia del artisteo) e incluso la fantasía poética (Ventanas, Eclipse, Pompas de jabón, Diminutas sábanas voladoras), el texto experimental (Ligar en todos los sentidos, Pentágono) o aquellos que utilizan la excusa metaliteraria como punto de partida (Triángulo, Yo también puedo escribir una jodida historia de amor).

Dentro de un coctel tan variopinto, cómo es lógico, no todos los relatos consiguieron atraparme del mismo modo. Destacaría entre los que considero más conseguidos todos aquellos profundamente románticos como La carta prometida, Cabeza hueca, Tus cartas me dan la vida, El ladrón enamorado y también los más poéticos o alegóricos como Ventanas, Eclipse, Pompas de jabón o Diminutas sábanas voladoras. Tanto los unos como los otros me parecieron entrañables y conmovedores pero también curiosamente bastante divertidos.

Pero lo más valioso de este libro es que funciona perfectamente por contraste. Así podemos leer un cuento tan descacharrante como Apuntes para una breve historia del artisteo -el cual no habría desentonado nada si hubiera sido publicado el semanario de humor EL JUEVES, por ejemplo – y más adelante emocionarnos tras leer una historia tan encantadora y hermosa como Eclipse.


http://www.bloglibros.com/yo-tambien-puedo-escribir-una-jodida-historia-de-amor/

Yo también puedo escribir una jodida historia de amor
Por Mr. Nadie el 07-03-2009

Relatos al estilo de Bukowski y demás autores malditos que a golpe de teclazos hicieron una literatura nueva y directa, escrita con las tripas y con el alma. Sólo para lectores no amantes de la metáfora.
El autor hace todo un ejercicio de estilo. Tanto en un locutorio como en un andén de metro o en un diccionario es capaz de narrarnos todas las historias de amor posibles. Todas las situaciones, personas o momentos pasan por estas páginas.
Así pues se podría decir que la obra es un catálogo de las situaciones que todos, de una forma o de otra, hemos vivido alguna vez. De la espiral de los celos al amor puro pasando por la pasión o los cabreos.
El reto que se le propuso al autor, de escribir una serie de relatos, ha sido superado con creces y el escritor comenta que cuando se puso manos a la obra se percató de que todos los textos que le salían eran de amor.
Parafraseando el título se animó a completar una colección de relatos que hoy podemos disfrutar. Como bien dice él también puede escribir historias de amor, cambiando nombres, situaciones y finales. Recomendable para lectores inquietos a los que les guste leer sobre el amor.


http://ellaberintodenoe.blogspot.com/2009/03/yo-tambien-puedo-escribir-una-jodida.html


Carlos Salem es un jugón. Utiliza la distancia corta en la narrativa para experimentar, para buscar los límites literarios. Estos veintiún relatos son pura alquimia. Por sus historias pasean personajes de a pie, en situaciones ordinarias que su mente transforma en aventuras fantásticas. Y es que, ¡oh, el amor!, ¿el amor?
El amor trasforma a un ladrón. En vez de desvalijar una casa, la amuebla cuando lee el diario de la dueña abandonada y, con la esperanza de ocupar su corazón, repone poco a poco todo aquello que un antiguo amante se llevó (¿todo aquello que se llevó?).
El amor que salva a un suicida en el metro, a punto de tirarse a la vía, cuando una dama idílica se acerca a él (¡a él!) y descarga a su lado una ventosidad que le hace volver a creer en el mundo. El mundo, como él, como todo, es imperfecto. Así que todo va bien.
El amor en una relación libidinosa, puro morbo, que salva la vulgaridad casi monótona de la vida marital de una pareja enmohecida.

Carlos Salem es un innovador jugón. Busca el más allá en cada cuento. El dualismo de personajes-escritores; los finales dobles, alternativos; el poder del monólogo; el rayo paralizante hacia el lector con la fórmula epistolar; el punto exacto donde confluyen los extremos. Con una prosa medida, precisa, sitúa a los personajes en la acción. Domina el ritmo, la intensidad en la narración, y dota a cada historia del tono narrativo adecuado.
Del tono hablaré después.
El estilo directo que utiliza, basado en frases cortas y párrafos mínimos (por supuesto, compensado con otros de longitud más extensa), ofrece un contrapunto al lector, que le hace detenerse a meditar en medio de una avalancha de datos irrefutables. Como hachazos. Maneja incluso párrafos que son una sola palabra, una demoledora palabra.

Carlos Salem es un cabronazo innovador jugón. Escribe para dar hostias encima de la mesa y despertar al lector. Incluso en alguna ocasión se dirige directamente a él. Un exorcismo del que disfruta, utilizando la ironía como nadie y aderezando la vida de sus personajes de una pátina de cachondeo de la mejor cosecha. Por eso lo del tono narrativo, no cualquier tono, sino el suyo, el que requiere la historia que está contado.

Carlos Salem es un magnífico cabronazo innovador jugón. Si no, ¿a quién se le ocurriría hacer un relato con las doce definiciones que el diccionario de la RAE ofrece de la palabra “ligar” demostrando, con doce microrrelatos como doce piezas de un puzzle perfecto, que todas son una? ¿Y qué me dicen del juego metaliterario por excelencia: que el personaje (los personajes, en este caso que, mira tú por donde, son escritores) busquen, por amor, claro, la muerte de su autor? ¿Y eso de utilizar la primera frase de El Quijote como mándala verbal invocador del amor? ¿Y, más al límite, jugar con personajes que hacen de personajes y se relacionan con personajes que son representados por otros personajes? (No lo entienden, claro, ya lo entenderán cuando lean el cuento).

Carlos Salem es un currante literario magnífico, un cabronazo que domina la ironía y que busca la innovación y el juego en cada uno de sus proyectos literarios.
Este pirata de barra de bar, con cada uno de ellos (sea poesía, novela o cuento), me consigue sorprender.
Lo odio.

Esteban Gutiérrez Gómez, 2009

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