miércoles, 12 de diciembre de 2012

No quiero que me quieras (con influencias más que evidentes)



No quiero que me quieras por ser bueno
no lo soy
(nadie miente mejor que el que aprendió el oficio
engañándose a si mismo).

No quiero que me quieras porque estoy
pues tengo la costumbre de marcharme
casi sin remordimientos
cuando alguien ignora mis indicios.

No quiero que me quieras solo por lo que escribo
(mis palabras son románticas rameras
que dicen la verdad
pero siempre me han consentido).

No quiero que me quieras por estar disponible
(no hay mayor egoísmo que  darse sin medidas
y sentirse necesario
para quien te resulta imprescindible).

No quiero que me quieras porque intuyes que te espero.
Aunque me muestre inofensivo para no espantarte
nunca podré asumir un destino de perchero.

No quiero que me quieras porque sabes que te quiero.
El mercado de mi vida no funciona con trueques
y el amor debe ser más que un canje de prisioneros.

Ya lo dijo Sabina -mejor- en la canción que conocemos,
pero lo digo yo, que no aprendí a callarme a tiempo:

Yo quiero que me quieras como quieras
como inventes y sepas
como menos te duela
y te mate por dentro
como mejor te salga
como el peor secreto
como no puedas querer de nuevo.

Yo quiero que me quieras a tu manera
aunque lo digas poco y lo sientas todo el tiempo
aunque nunca me escribas un poema.

No quiero que me quieras
porque estoy enfermo
sino
porque no tienes más remedio.

Y si no puedes quererme así
de un modo imperfecto
pero inédito
entonces
entonces no me quieras.

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