jueves, 28 de febrero de 2013

Con Uve (para Patty de Frutos)

Recordar con precaución


Para Irene


(Retirar los cristales de las fotos)
Que el tiempo oxide los dolores,
que las sonrisas ausentes se corrompan,
y los niños repeinados envejezcan
absortos
como nosotros.

(Retirar los cristales de las fotos)
Que quien amábamos más que a nuestra sombra
se vuelva poco a poco la sombra de una sombra.
Que los otoños se acumulen
en esa estampa un verano
que duró el tiempo de un disparo de ojos rojos.

(Retirar los cristales de las fotos)
Que nuestros muertos se vayan del todo
con sus trajes anacrónicos.
Que el niño asustado que fuimos
crezca o se suicide o ambas cosas
pero lejos de los focos.

Que aquellas vacaciones fabulosas
no fueron mas que dos polvos mal echados en la playa
y ella habrá engordado por lo menos 20 kilos
de matrimonio y felicidad con hipoteca.

(Retirar los cristales de las fotos)
Que aquel mejor amigo para siempre
lleva años son devolverte las llamadas.
Y ese grupo de compañeros de trabajo
hoy solo se cruzan sin saludarse
en la cola del paro.

Que la revolución no la hicimos ninguno
de los que posamos a la salida de esa fabrica.

Que ya no tienes ni extrañas esa melena de rizos
que te daba el aspecto de un caniche
un poco malo.

Que ese bosque se ha convertido en un desguace
para coches que nunca fueron a ningún lado.

Que todas esas mujeres
ya
no
se
acuerdan
de
tus manos.

(Retirar los cristales de las fotos)
No vayas
a cortarte
con tu vida.

martes, 26 de febrero de 2013

Foto borrosa con mochila



Digamos que soy yo
y lo sigo siendo
que la edad es materia de la mente
y evocar el verbo que me queda.

Digamos que la piel es aún la misma
menos elástica en las partes que interesan
que el pelo ya no se lleva así de largo
y la alopecia es una parte de mi herencia.

Digamos que la foto que me asalta
cuando revuelvo papeles y carpetas
tiene el valor de guardarme ese recuerdo
y la malicia de señalar lo que me falta.

Pero es mi foto.

Pero soy yo
perdido en una seca carretera
con la mochila al hombro
y ese sombrero negro
que olvidé en cualquier naufragio.

Llevo sandalias y un vaquero remendado
la misma barba –al menos algo queda–
el mismo desconcierto entusiasmado
dos tallas menos.

No recuerdo quién me sacó la foto
junto a un letrero indicador hoy ilegible
me niego a interrogar a la memoria
sobre aquella que mis dedos olvidaron.

Pero me intriga el embrujo borroneado
y la certeza de saber adonde iba
hace diez años o más
mochila al hombro
camino por delante:

Voy todavía.

(De Si dios me pide un bloody mary. Ed Ya lo dijo Casimiro Parker)

Zombieland




Los  ojos de la gente
están llenos de arboles sin hojas
y no seria justo echar toda la culpa
a los otoños.

Sus pensamientos crujen
al ritmo del vagón
y  los puños permanecen cerrados
para evitar caricias .

Una muchacha relee un mensaje en su móvil
como esas buenas noticias
que conoces de antemano
mientras abre y cierra las piernas.
Sonríe.

Una vieja antes de tiempo
la censura sin palabras
y yo sigo el baile de las rodillas de la chica
sin más intención
por una vez
que la solidaridad entre marcianos.

El resto de la gente mira hacia la nada
como si la nada fuera
un sucedáneo del futuro.
Me apuñalan gestos afilados
de personas que alguna vez amaron
que marcaron días felices en los calendarios
que creyeron en alguien
 para creer en si mismos

Otros
simplemente juegan a jugar
en sus pantallas a la muerte virtual
de imaginarios enemigos
o leen en los periódicos gratuitos
sobre las muertes remotas
y suspiran con alivio.

¿Y yo?

¿Quién es ese aprendiz de bucanero
que escribe en el teléfono poemas
y te los manda sin revisar
como una canica furtiva
que busca y encuentra
tus pechos?

La muchacha del mensaje
vuelve a sonreír y le sonrío.
Si los demás nos detectan
serian capaces de lincharnos
por delito de lesa felicidad.

Bajo en mi parada y corro hacia la calle
estoy temiendo que me sigan
que me alcancen y me sumen a sus restas.

Te llamo o me llamas
no recuerdo
y dices que has llorado de felicidad
con el poema.

Te escucho y enciendo un cigarrillo.

Que vengan si quieren
si se atreven.
No les temo.

Ahora soy inmortal
porque lloras feliz por mí.

Soy inmortal.

Hasta el próximo metro
y el próximo poema.

lunes, 25 de febrero de 2013

Criminal


Digamos que quisiera aplastar,
sin piedad,
tus penas como gotas de una lluvia de otoño en la ventana.

Y  algunas tardes, rajaría tu ausencia a navajazos,
para llenarle el vientre de promesas
que acorten tu regreso.

Incluso no descarto atentar
contra todos los huecos
de tu cuerpo,y  sin aviso previo.

He preparado una bomba casera de cariño
para dinamitar tus dudas,
si es preciso

Y acribillo de besos tus recuerdos,
para que siempre tengas
perdigones de mi que llevarte a la boca.

Lo admito:  soy un criminal,
Y  estoy dispuesto, por tenerte,
a perpetrar casi cualquier delito.

Estoy hablando en serio.

Mas no temas, amor:
puedo matar por ti
puedo morir por ti,
pero nunca podría
asesinar tu misterio

Nocturno


A esta hora
un hada menopáusica
se emborracha
para olvidar que nunca
se atrevió a pinchar sus dedos
con la punta de una pasión

Una bruja
con la escoba hipotecada
intenta volar en ascensor
pero no es lo mismo.

Y una muchacha triste
aprende que merece
ser feliz
y brinda conmigo.

Supongo
que no todo está perdido.

jueves, 21 de febrero de 2013

Acuéstate contigo




Acuéstate contigo.
La noche es más que una coartada 
para el crimen de pasión que aún no cometimos.

Te prestaré tus dedos 
para que vayan haciendo la faena 
de separar semillas que le toca a los míos.

Que tu lengua, imposible, 
llegue a lamer los gozos y las penas
profundas y calientes que lamen lo que digo.

Que todas tus entradas
canten latidos de bienvenida 
al invasor amable que ha tomado tu ombligo.

Abrazate de todo
y que la nada anuncie la estampida
que llegará conmigo, a romperte el olvido. 

Acuéstate contigo.
La soledad es una calle transitada
y acelerando, 
hasta tu centro, 
voy en camino.

lunes, 18 de febrero de 2013

Que vamos. audio

salemhttp://www.goear.com/listen/ca4a96f/que-vamos-carlos-salem

Que vamos


Soy pésimo partido y no es noticia
fumo demasiado bebo lo que puedo
y necesito de tu ayuda
inestimable
para cometer errores nuevos.

No soy primero en descubrir la pólvora
entre tus piernas
pero me quemo
feliz
los dedos al encenderla.

Me canso al subir las escaleras
pero algunas noches me siento tan ligero
al trepar tus cordilleras
que en la cima no planto banderas
sino besos.

No he delineado el puente inaugural
de tus suspiros
pero tú y yo sabemos
que bajo ese puente
vivimos.

Mis bolsillos envidian a mis pulmones
llegaría a fin de mes si los meses tuvieran
cinco días
Me muero algunos jueves a las siete
resucito cuando despierto y me miras.

No voy a deslumbrarte con fuegos
ni promesas
pero le soplo palabras a tu cuello
y él sabe
que son torpes y ciertas.

No creo que seas mi último tren
porque ése será el que descarrile.
Te miro como a un tren al que subirme
para viajar con destino a lo que toque
y seguir tocando mientras quieras.

En resumen
no soy un caballero en busca de princesa
sino un viejo caballo mal domado
que paga muy poco en las apuestas
y no ha ganado aún la mejor de sus  carreras.
.
Pero si quieres cabalgar
tocando el horizonte con las manos
más allá de cualquier meta
agárrate
que vamos.

La mancha




Redacto estos archivos para poder después olvidarlos. Para mentir que son sólo un trazado de letras, un ejército de fonemas ordenados que no tiene territorio que conquistar. Y para garantizar que en esta guerra no he de salir derrotado, los escribo del modo más crudo, el que me desnude más, el que impedirá la tentación de acabar publicándolos. No debe ocurrir otra vez lo de Laura. A ti, no.
Pero te empeñas en superarla desde la ventaja que una mujer activa como tú tiene sobre un recuerdo estático que ya no puede crecer, sólo adornarse con los abalorios imprecisos de la memoria. Porque intuyes que, para mí, Laura es una mancha que no acaba de borrarse, aunque ya no se vea. Por eso me has desafiado a la repetición imposible: escribirte relatos de mis experiencias  sexuales con Laura, ponerlos en práctica juntos, por audaces que sean, y demostrarme que la fricción de nuestros cuerpos vivos resulta eficaz, y que una mancha, al fin y al cabo, se borra frotando.  Y como todo se trenza, se teje, en lugar de dejarme fuera de los recuerdos dolorosos, el juego me deja dentro, muy dentro, de tu cuerpo y de mi memoria. Se retroalimenta, odiosa palabra adecuada. Es agotador. Me fastidia. Me encanta como les encanta su veneno a los adictos. Como le encantaba a Laura su veneno.

Estabas guapa, en el coche, con tu vestido oscuro y tan desvestido.  Habías propuesto una tregua en el juego, “un descanso”, dijiste por teléfono. Y también dijiste que aún no habías abierto el correo electrónico con el nuevo relato erótico escrito para ti y debíamos hacer realidad, la nueva bola girando en nuestra ruleta.
—Me apetece  salir a dar una vuelta, al cine, a lo que sea…
—Lo que sea menos follar.
—Hombre, dicho así… no lo había pensado. Pero ahora que lo has dicho, sí. No dejaré que me la metas, hoy, si salimos.  ¿Te apetece igual?
—Claro, tú sólo no me gustas para follar-dije. Y era cierto, aunque prefería pensar que lo decía por amabilidad .
—Entonces pásame a buscar a las nueve y llévame a cenar, a dar unas vueltas. Ven guapo, porque yo estaré deslumbrante, muy deseable, y todo el tiempo, mientras te mueras de ganas de metérmela, sabrás que hoy no te dejaré.
Como castigo me pareció pueril, pero encantador. Y acepté, desde luego.
—Pero no te engañes: esto es sólo una pausa. No quiero que cambies ni dejar el juego. Mañana abriré el correo y aceptaré el desafío, se cual sea.
Colgaste sin esperar respuesta. Y horas más tarde,ahí estabas, en el coche,  más deseable que nunca. Al verte sonreír, pensé que eras más de lo que mostrabas, y que esa intriga me despertaba cada vez nuevos deseos y preguntas. Por ejemplo, ¿era tu forma de provocarme , o siempre que viajabas en un coche ajeno, vestida de fiesta y sin bragas, te arremangabas el vestido hasta la cintura?
Te lo pregunté y reíste, inmune a las miradas de asombro de los pasajeros del autobús detenido junto a nosotros por imperio del semáforo. Digo los, pero el primero fue uno y tuve ocasión de detectarlo, de ver cómo pasaba de la mirada perdida por el hueco de cielo entre dos edificios de La Castellana, a la mirada caliente al descubrir al lado, desde inmejorable perspectiva, un paisaje más cálido.
—Tíos. Hay que explicarlo todo. Incluso a ti —acompañaste la frase con un gesto que empezó en una caricia tenue en mi nuca, bajó por mi barbilla  y rozó mi boca, antes de planear en mano abierta hasta tu coño, seguirle el contorno y volar hacia tus labios. Como un beso al revés, como si hubieras pensado en darme a probar el sabor de tu sal más íntima, pero al invertir del trayecto hubieras comprobado cómo sabía después de mi boca. A esas alturas el del autobús había alertado a otros, ya fuera de palabra o por la propia sonoridad de su respiración, y antes de que el semáforo cambiara a verde pude ver media docena de caras hambrientas comiéndose tu coño en la distancia, como peces  del lado equivocado del cristal. Una bocina nos ordenó movernos, pero a los del autobús les daba igual quedarse allí para siempre, lo dijeron con miradas lánguidas cuando el coche los dejó atrás, congelados por tu fuego.
—A vosotros os chifla que vayamos sin bragas, os pone tontos, como si eso indicara disponibilidad instantánea. Y a nosotras también, para qué negarlo. Al menos para mí, pero creo que no hay una tía que alguna vez no haya salido a la calle sin bragas para coquetear con ese lamido de peligro que se siente. Y a estas alturas ya sabrás que me mojo con facilidad y abundancia, ¿no? Pues, eso, que tengo mis rituales pero también mis precauciones. Y a diferencia de otras que conozco, que disfrutan yendo por su casa completamente desnudas en cuanto el clima lo permite, yo, cuando esto sola en casa y tengo a la vista una noche excitante, voy completamente vestida…
—Vamos, que pones la colada en traje de noche y tacones.
—No es eso, bobo. Pero vestida: bragas, sujetador, vaquero o chándal, camiseta. Y sobre todo, zapatillas, porque me excita mucho ir descalza, es por dónde empieza la desnudez, y por eso.
—No te sigo. ¿por eso te reprimes?
Me alarmó un poco ver que delante de nosotros, a nuestra derecha, circulaba letamente un coche de la policía, mientras tú, que te habías puesto cómoda para la explicación, apoyabas una pierna perfecta y recogida sobre el asiento, fumabas con esa rara elegancia, y con la mano libre te acariciabas distraída. Estuve por alertarte, pero me interesaba más tu cátedra de cómo ir sin bragas:
—Llámalo así, si quieres, pero no creo que me reprima. Me entreno, ¿comprendes? Sé que por la noche saldré, vestida para matar, que bajo el vestido no llevaré nada, y en lugar de anticipar el riesgo cuando no es riesgo, cuando estoy sola en casa, lo alimento vestida. Por oposición, si quieres, pero ando muy excitada todo el tiempo, vestida hasta la cabeza, porque sé que en pocas horas, cruzaré la ciudad en coche, con un amante perverso, a cumplir un ritual más perverso aún.
—Gracias. Por lo de amante.
—De nada. Lo de “perverso”, en tu caso, más que un adjetivo, es un verbo.
Otro semáforo nos frenó a la par del coche policial, y  pensé que el agente que conducía no podía dejar de fijarse en ti. Nadie puede. Además del vestido que mostraba más que ocultar, estaba tu pelo, tu cara, y un cuello interminable. Y la rodilla flexionada sobre el asiento, cubierta por la media. La distancia entre ambos coches era tan corta, que bastaría que el policía se inclinara un poco hacia fuera, que  quisiera advertirnos de algo, o sólo mirase con disimulo hacia nosotros, mientras hacía que buscaba algo detrás; una variación mínima de su postura le dejaría ver el resto oculto por la puerta del coche. El vestido enrollado en tu cintura, las caderas resaltando contra el tapizado del asiento, la herida húmeda de tu coño al aire, tu dedo buscando algo dentro, casi a flor de piel.
—El caso es que siempre lo hago. Incluso, después de ducharme y vestirme completa, cuando faltan minutos para que vengan a recogerme, me pongo un tanga escogido, pantys si es necesario, y los zapatos, desde luego.
—Desde luego.
—Y sólo cuando suena el timbre, cuando la salida a la calle es inminente, corro al cuarto y me quito el sujetador y las bragas, y salgo deliciosamente desnuda.
—Pero eso no explica lo del vestido arremangado y el coño al viento.
La marcha se reanudó a paso de tortuga, y tú rescataste mi mano que acababa de cambiar la marcha y la llevaste hasta tu sexo. Estaba caliente y muy mojado. Pensé que el policía, paralelo a nosotros, había advertido algo, pero no me importó.
—Ahora lo entiendes — dijiste—.Ir desnuda debajo de tan poca ropa me pone a cien, antes aún de entrar en el ascensor, y me mojo tanto que si no tomo precauciones, la mancha se notará en el vestido, por oscuro que sea. Además, así te dejo un bonito recuerdo en el asiento…
Aceleré, para ganarle metros al coche patrulla, porque sabía que te alzarías, y hasta era posible que todo el tiempo fueras consciente de la proximidad policial y jugaras a escandalizarme o ver hasta dónde podía llegar. Te izaste y pude ver la mancha oscura, densa y alargada sobre el tapizado, sin retirar la mano de tu coño. He ido a la cárcel por causa menos interesantes, pensé. Y dejé que un dedo buscara la entrada. Me fascinó la posibilidad de volver a encontrarte cuando todo pase, cuando acabe el juego por cansancio o miedo, volver a tenerte medio desnuda y húmeda con sólo acercarme a esa mancha y olfatearla como un perro en celo. Mi dedo abandonó el calor presente, para bajar a tocar, junto a sus compañeros de palma, la humedad del futuro recuerdo.
Te sentaste encima, la policía nos adelantó y podría jurar que el conductor sospechaba algo, porque discutía con el otro y nos miraba por el retrovisor.
Me daba igual. Giré la mano para tocar el tapizado con el dorso, y mi dedo medio jugó en tu coño y le hiciste sitio. Lo metí hasta que los nudillos  chocaron con tu piel mojada y no retiré la mano hasta que llegamos al restaurante.
Y durante todo el viaje me mordí la lengua para no contarte que Laura hacía y decía lo mismo, cuando iba a buscarla en coche.
Tu mancha en el tapizado, más que borrar la suya, la había enmarcado.


domingo, 10 de febrero de 2013

El viernes 15 presentamos El HUEVO IZQUIERDO DEL TALENTO



Este viernes, a las 21.30 en Diablos Azules, 
presento mi novela de cerveza-ficción EL HUEVO IZQUIERDO DEL TALENTO.  
Y cuento para ello con dos "padrinos" de lujo: 
Fernando Marías y Pedro de Paz
Charlaremos un rato (no muy largo) del libro y de esas cosas.
y luego a beber y esas cosas.


Vamos, que te espero.

Gracias