miércoles, 21 de mayo de 2014

Avance de #Follamantes






El jueves 22 de mayo, en la Sala Clamores de Madrid, presento nuevo libro, 
en un recital y arropado por amigos que van sobrados de talento.
La cita es a las 18.00 horas y la entrada, gratuita.
Luego, fiesta en Aleatorio Bar, Calle Ruiz, 7.

Como llevo días anunciado el libro, lo justo es publicar aquí un avance, ¿no?





Actividades no Autorizadas (I)


Espiarlos parece fácil, porque son poco discretos, pero no lo es. Uno sabe que están ahí, en su mundo tibio-caliente-besucón, están ahí, uno los huele y sobre todo, los oye hacer lo que los follamantes hacen cuando les da por volar. Y lo hacen alegremente, con estrellas en los ojos y chispas en los dedos, empujándose, mordiéndose como si quisieran hacerse daño, pero se hacen delicias. 
Flotan. 
Si uno logra apartar los ojos de ese enredo de miembros y caricias, si se olvida de todo el calor que despiden, uno puede ver que flotan, que sus pies no tocan el suelo, como si el suelo les recordara un peso cotidiano, tareas, estudios, viajes, preocupaciones de futuro. 
Flotan entre la ropa que se van quitando, no importa dónde. 


Actividades no autorizadas (III)


En los raros momentos en que están en reposo, el follamante calvo dibuja o escribe en la piel de la follamante con los ojos del color de un domingo sin lunes.  
A veces lo hace con su lengua, o con otra parte de su anatomía que me niego a mencionar en este informe, pero que tiene muchas venas.
En la pierna de ella, en sus muslos o en su espalda, le dibuja corazones, mariposas, catedrales góticas o lagartijas. 
A veces, le escribe poemas saltarines.
Y ella ríe a carcajadas, o lo llama "guarro" sin enfado.
Pero cuando se queda sola, suspirando, ella repasa con sus dedos esos garabatos invisibles, y los recita en voz alta, y sonríe tanto que agradezco llevar puestas las gafas ahumadas oficiales. 
Porque su sonrisa brilla como un sol recién nacido.


Hábitos alimentarios (IV)

Se beben todo el tiempo.
Se comen todo el tiempo.
Se comen y se beben, todo el tiempo.


Ella


Ella es voraz y veraz, dos virtudes que amo y que son mucho más que un juego de palabras. 
Ella vuela, con las piernas abiertas, y me lleva tan alto que hace tiempo que perdimos el miedo de caernos. 
Ella me hace sonreír, incluso cuando no toca. Y cuando toca, toca rugir y celebrarlo a carcajadas. 
Ella es un misterio de seda, un escándalo de tejados no apto para propensos a marearse en las alturas.
Verla comer con apetito de náufrago, oírla reír o gemir como mil primaveras, saborearla hasta el exceso. 
Tocar, de su misterio, el terciopelo.
Que, de repente, le de un ataque de amor y se vuelva el koala más sexy de esta selva. 
O que te mire como ella mira, te vea guapo y se te borren de la cara todas las derrotas reales o imaginarias. 
Cuando se agarra a mí como a un tablón en alta mar.  Y en realidad me está salvando. 
No sé por qué le llaman polvo, si con ella es luz y fuego y aire, y la tierra queda siempre tan abajo. Ella está hecha de un material tan especial, que te cambia la vida cuando la tocas.
Abrazarla desnuda es como bailar en el aire, sin más música que la que vamos improvisando al respirarnos. 

Abrazarla, desnuda, es remar contra el tiempo y ganarle. 

Ella tiene un sólo defecto: Yo. 
Y hasta eso le queda bien.



Aleluya


¿Cuántas camas tenemos que romper para que dejen de sonrojarnos los tequiero?  
Eres ése poema que nunca sé como termina, quizás porque no quiero  que se acabe. 
Y mira que me siento libre cuando me encarcelas entre tus piernas. 
Aquí la fiesta empieza cuando tú llegas, hay barra libre de caricias y abrazos con gemidos combinados.
Y me encanta ser tu ángel de abajo, cuando juntos pisamos el cielo.

Mis maestros me enseñaron a desconfiar de lo perfecto, pero es que no conocían todas las respuestas que nadan en tu cuerpo. Que llevo meses lamiéndote los rincones más secretos y no he podido besarte ningún defecto.

Y si esto de ser feliz es malo para mi poesía, que se joda mi poesía.
Ahora me toca a mi.

Te quiero. 
Así de simple. 
Ni siquiera me siento original por eso. 
Sólo capaz de derribar media docena de imperios.

No presumo de melómano, pero a veces te corres por Aleluya. 
Y Haendel, Leonard Cohen y yo, encantados.

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