jueves, 17 de noviembre de 2016

Escandar

Aunque ponga cara de malote
en las fotos
el alma se le escapa
por las alas cortas del sombrero
para volar tan lejos
y tan cerca de los otros.

Ha abierto más cabezas
que botellines
con sus poemas de verso ancho
y su amistad es un contrato
sin otra letra pequeña que la que dice: "vuela. Y si te caes,
nos levantamos juntos, muchacho"

Es de escuchar mucho
y contar poco.
Por eso sus versos
le roban los sueños cuando sueña
y cuando se emborrachan
te los cuentan.

Ya ha cruzado la alambrada de los 30
pero sigue teniendo
esa pinta de chiquillo
al que no sabías si pedirle el DNI
para entrar al Bukowski
o seguirle la pista
porque en cualquier momento
iba a encender una utopía
para hacerla posible.

A veces
me ejerce de conciencia
sin lecciones ni moralejas.

Y tú dirás que bien pudiera yo
haberme buscado un grillo.
Pero se me ha puesto la voz
así de ronca
de tanto explicar que yo
no busco.
Encuentro

Y a mi hermano Escandar
lo encontré
hace más de 10 años
en un bar.

Y todavia seguimos abriendo a cabezazos la salida
que de a otro bar
llamado mundo
país
o municipio
en el que quepamos todos
para cambiar las medallas por abrazos
sacar a bailar a la muerte
meterle mano en la pista

y brindar
las veces que haga falta
con la vida.

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